Ricardo Migueláñez. @rmiguelanez
La reciente propuesta de la Asociación Norteamericana del Aceite de Oliva (NAOOA) para crear una junta de promoción supervisada por el USDA, destinada a financiar campañas de educación, investigación y marketing, es mucho más que una estrategia comercial. Desde mi punto de vista se trata de una apuesta clara por este producto en este país, con la que quieren imitar muchas de las cosas que se hacen en países históricamente productores, pero “a la americana”
Y entrecomillo “a la americana” porque todos sabemos qué pasa cuando Estados unidos se pone a comunicar o a hacer cualquier cosa sobre un producto, y aplican todos sus conocimientos de marketing sobre ello. Los resultados pueden ser impresionantes, por lo que además de promover el producto también están colaborando para que la producción también se incremente allí.
Como me decía un compañero el otro día, podría ser también una “llamada a la acción” para las potencias tradicionales del aceite de oliva. Creo que hay que estar muy atentos a lo que la NAOOA realice porque en los próximos años puede haber muchos cambios en este país, tanto por la parte de la producción como de la promoción.
Para empezar, las empresas de genética e instalación de fincas llave en mano que todos conocemos ya están allí trabajando, desarrollando plantaciones integradas con plantas de transformación que podrán absorber su producción. Si consiguen constituir algo similar a una organización interprofesional donde estén todos juntos, allí seguro que estarán todos los eslabones, incluidos los importadores, pueden conseguir grandes resultados.
Sí, en Europa ya se hacen campañas. Y sí, existen las Denominaciones de Origen, premios internacionales y presencia global. Pero ¿realmente se coordinan a nivel europeo como una industria cohesionada, moderna y con visión estratégica?
Comunicar mejor
Estados Unidos ha comprendido algo crucial: el crecimiento sostenido no depende solo de producir bien, sino de comunicar mejor. El paralelismo con el aguacate es revelador. Gracias a una estrategia agresiva y bien financiada, el aguacate pasó de ser una rareza a un básico en millones de hogares estadounidenses. ¿Por qué no puede pasar lo mismo con el aceite de oliva en mercados poco maduros? ¿Y por qué no puede consolidarse aún más su papel en los países productores?
En Europa, el sector está altamente fragmentado. Miles de pequeños productores, cooperativas, marcas regionales y grandes exportadores compiten en ocasiones más entre ellos que frente a productos alternativos. Las campañas de promoción suelen estar limitadas por presupuestos públicos y falta de continuidad.
Además, hemos asumido erróneamente que en casa no hace falta evangelizar. Nada más lejos de la realidad: estudios recientes muestran que buena parte de la población europea no distingue entre los distintos tipos de aceite de oliva ni conoce sus propiedades saludables con suficiente claridad.
El objetivo no debe ser solo vender más, sino construir una cultura sólida y transversal del aceite de oliva, desde la salud hasta la sostenibilidad.
Por supuesto, surgirán resistencias: miedo al control gubernamental, objeciones al “impuesto”, escepticismo empresarial. Pero si los estadounidenses, con una industria naciente y sin tradición milenaria, están dispuestos a invertir y coordinarse en este nivel, ¿cómo no vamos a hacerlo nosotros, los europeos y también nuestros vecinos del norte de África, que llevamos siglos cultivando olivares?
No se trata de copiar a ciegas, sino de aprender con humildad. El tiempo de confiar solo en la calidad ha pasado. Ahora toca organizarse, comunicar y educar. El futuro del aceite de oliva no depende solo del campo y del agua, sino de la estrategia.