Campaña oleícola 2022/23

Tras una campaña récord en comercialización de aceite de oliva, gracias principalmente al incremento de la demanda interna, como fue la anterior 2021/22, llega la resaca de la campaña 2022/23, iniciada el 1 de octubre pasado y que podría cerrar con una producción inferior cercana al 50%, no llegando ni tan siquiera a las 800.000 toneladas, como calcula en su último balance provisional de mercado el Ministerio de Agricultura, en base a los datos aportados por las propias Comunidades Autónomas productoras.

Este recorte tan brusco de la cosecha, que arranca en la sequía, la falta de lluvias y la insuficiencia de agua para riego, junto con las sucesivas olas de calor extremo que afectaron al cuajado de la flor y del fruto, y que nuestro país ha venido arrastrando desde mayo pasado, ha tenido y está teniendo ya consecuencias sobre la oferta y la demanda de mercado.

Entre estas consecuencias está la fortaleza de las cotizaciones en origen del aceite de oliva; cierta retención de la oferta y de paralización en las operaciones de venta desde las almazaras, posiblemente para puentear el actual ejercicio fiscal y pasarlas al siguiente, así como una fuerte subida de los precios de venta de la distribución minorista al consumo, de los PVP que, como ya se venía anunciando, se han instalado en esta primera quincena de noviembre por encima de los 5 euros por litro en prácticamente todas las categorías comercializadas, llegando casi a los 5,5 €/litro en los vírgenes extra (AOVE).

El valor en origen del aceite de oliva comercializado en la campaña 2021/22, partiendo de los precios medios ponderados de 3.340 €/tn para todas las calidades, según el sistema Poolred, de la Fundación del Olivar, podría rondar los 5.577 millones de euros, un 25,7% más de valor que en la precedente, según el cálculo de Álvaro Olavarría, director gerente de Oleoestepa.

La producción de aceite de oliva de la anterior campaña estuvo en un nivel ligeramente por encima de la media, fue un 7% superior a la de 2020/21 y también sobrepasó un 7% la media de las cuatro últimas, alcanzando 1.491.500 toneladas. Un volumen bastante aceptable, pero que aún así tuvo que sumar a la oferta disponible otras 210.700 tn de aceite de oliva importadas de otros países UE, principalmente Portugal, y de terceros, sobre todo Túnez.

Los recursos totales disponibles a lo largo de la campaña, añadiendo unos stocks de inicio de 423.600 toneladas, ascendieron a 2.125.800 tn, un 3% más que en la anterior y de la media de las cuatro últimas.

Al final, la campaña concluyó el pasado 30 de septiembre con existencias de 453.800 tn, un 7% superiores a las del final de 2020/21, pero un 11% inferiores a la media (511.500 tn) de las cuatro campañas últimas. Un volumen que sería aceptable para enlazar con una nueva campaña normal en producción, pero que se queda muy justo e insuficiente ante la actual 2022/23 bastante escasa en volumen.

Tras el aforo andaluz

A falta de conocer si las lluvias recientes han podido mejorar algo la situación en volumen, se da por descontado que estamos ante una campaña con una producción y unos recursos mucho más reducidos  que en la campaña anterior.

Como se ha dicho, en su balance el MAPA dejaba su producción oleícola en octubre en unas 780.000 toneladas, un 47,7% menos que en la campaña anterior, mientras que las disponibilidades o recursos para toda la campaña los estimaba en cerca de 1,5 millones de toneladas, un 31,4% y casi 670.000 tn menos que en la campaña precedente.

Es probable que al final la cosecha llegue a ser algo más elevada y que pueda estar cerca de las 841.000 t de la cosecha más corta de la campaña 2014/15. Cooperativas Agroalimentarias de España estimaba en septiembre en torno a 900.000 tn de aceite de oliva en 2022/23, pero octubre fue también un mes bastante seco.

Campaña corta y precios altos

Estamos ante una cosecha muy corta, con precios bastante elevados. Algo que, por paradójico que parezca, no beneficia a nadie y supone pérdidas para todos. Como señalaba en un reciente artículo el propio Álvaro Olavarría, “aquí todos perdemos, consumidores y productores.”

Los productores, porque un descenso tan acusado del volumen de cosecha no se verá totalmente compensado por el fuerte incremento de los precios de origen, puesto que existen unos costes fijos y variables que se han disparado, rebajando los márgenes de rentabilidad. Además, habrá que ver cómo repercute todo eso también en unos clientes en el mercado nacional, como sobre todo internacional, que tanto ha costado conseguir y a los que posiblemente no se pueda atender como en campañas anteriores.

Por el lado de los consumidores, unos PVP tan elevados pueden llevarles a restringir sus compras o a pasarse hacia aceites vegetales y/o grasas animales mucho más económicas, más teniendo en cuenta la difícil coyuntura económica que se atisba para el próximo 2023.

Según datos provisionales, en octubre, el primer mes de campaña, salieron al mercado cerca de 133.000 toneladas de aceite de oliva, una cifra inferior a la de campañas anteriores, pero que multiplica por más de 4 la producción de aceite de oliva en ese mes, en el entorno de las 30.500 tn, casi un 41% y 21.000 tn inferior a lo producido en la campaña anterior, a pesar de que el buen tiempo acompañó para llevar a cabo la cosecha de aceituna.

Las existencias a finales de octubre continuaron todavía en claro retroceso, quedando en cerca de 364.000 toneladas, de las cuales 143.630 tn estaban en almazaras, unas 211.327 tn en envasadores y otros operadores y 8.604 tn en el Patrimonio Comunal Olivarero.

Otro aspecto a vigilar a lo largo de la campaña, como destaca el propio sector, es que una situación de elevados precios y escasez de aceite de oliva, como la actual, puede dar lugar a acciones fraudulentas en la comercialización, con mezclas no autorizadas que se vendan a granel o se envasen y pongan en el mercado a precios más competitivos, con una composición y un etiquetado que no se corresponde con la realidad. Es decir, por ejemplo, que puedan comercializarse como AOVEs aceites de inferior categoría o lampantes de otros países, que entren al mercado a precios más ventajosos y envasarlos como si fueran aceite de  oliva virgen.